Fue en la antigua Isla Española, hoy República Dominicana, donde se plantó la primera cruz, donde se celebró la primera misa, donde se rezó el primer Avemaría y donde se inició el anuncio de la Buena Nueva del Evangelio, que daría origen al nuevo continente de América. En esta tierra se estableció el primer santuario que existió en América, el de Nuestra Señora de la Altagracia, ubicado en la Villa de Higüey.
Varias historias atestiguan sobre el origen de la Virgen de la Altagracia en la República Dominicana. Una de las más recientes es la de Monseñor Juan Pepén en su libro “Donde floreció el naranjo”, en el que cita el testimonio de Juan Elías Moscoso en 1907. Monseñor Juan Pepén habla de un colonizador español que vivió hace más de tres siglos en Villa de Higüey y se dedicó a la venta de ganado. Viajaba constantemente a la ciudad de Santo Domingo. En uno de estos viajes, su hija menor le pidió que le llevara la imagen de la Virgen de la Altagracia ya que la había visto antes en sueños. Cuenta Juan Pepén que la hija menor recibió a su padre el 21 de enero, al pie de un naranjo. Allí mostró la imagen a los presentes. Ese día comenzó la veneración de la Virgen de la Altagracia. Desgraciadamente la niña murió y fue enterrada al pie del naranjo, y durante más de un mes apareció la imagen de la Virgen de la Altagracia sobre el árbol bajo el cual yacía su dueño. En el mismo lugar donde hoy se encuentra el antiguo santuario de Higüey.
Por otro lado, otros historiadores mencionan que a partir del 12 de mayo de 1502 la imagen fue llevada a una parroquia de la Villa de Higüey, por orden del entonces obispo de Santo Domingo, García Padilla. Según esta historia, la Virgen María se apareció a una pastora en lo alto de una roca. La niña llevó la pequeña imagen en su bolso a la cabaña, pero al día siguiente la imagen había desaparecido, reapareciendo nuevamente en la misma roca.
El canónigo Luís Gerónimo de Alcocer escribió otra versión sobre la llegada de la Virgen a la colonia. En su relato de 1650, De Alcocer dice lo siguiente: “La imagen milagrosa de nuestra Señora de la Altagracia está en el pueblo de Higüey, como a treinta leguas de la Ciudad de Santo Domingo. Son innumerables las misericordias que Dios Nuestro Señor ha hecho, y cada día trabaja con los que se encomiendan a su Santísima Imagen. Se sabe que dos señores naturales de Pacencia en Extremadura, llamados Alonso y Antonio de Trejo, que fueron de los primeros en traer la imagen de Nuestra Señora de la Altagracia a esta isla, en el año 1506.”
La fecha del 21 de enero fue declarada fiesta religiosa oficial por la Iglesia Católica, según una carta del arzobispo Isidoro Rodríguez Lorenzo. Él mismo anunció en 1692, por primera vez, la designación de una fecha, el 21 de enero.
En el siglo XX, Nuestra Señora de la Altagracia fue coronada dos veces: por el Papa Pío XI y por el Papa Juan Pablo II. El 15 de agosto de 1922, su primera coronación fue cuando el Papa Pío XI estaba en la República Dominicana. En 1924 el Congreso del país decretó la celebración de Nuestra Señora de la Altagracia como fiesta nacional el 31 de enero. El 31 de octubre de 1927 el Papa Pío XI la declaró fiesta de la Iglesia.
La Virgen de la Altagracia refleja, para todos los dominicanos, de manera sublime y espiritual, ese firme amor de madre. Nuestra devoción a la Virgen de la Altagracia se ha convertido en un gesto de grandes manifestaciones de amor a nuestra Madre. Ella ha sido un puente de unidad, coraje e inspiración para nuestra gente. En los momentos más oscuros y desafiantes de nuestra historia, los dominicanos hemos recordado nuestra condición de hermanos y hermanas y la protección siempre amorosa y maternal de Nuestra Señora de la Altagracia.