En una reciente entrevista al Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, el Dr. Rodrigo Guerra, hablando de la relevancia del acontecimiento guadalupano en el momento actual de la Iglesia, dijo lo siguiente: “Santa María de Guadalupe es la forma inculturada como Dios mismo anuncia a su Hijo en el continente americano. En la imagen y en el mensaje que nos ha dejado existen importantes indicaciones metodológicas particularmente actuales para la Iglesia de hoy.”
El comentario por parte del Dr. Guerra es precisamente la razón por la cual este domingo y lunes pasados se han llevado a cabo — alrededor de toda nuestra diócesis — diferentes celebraciones y homenajes a nuestra Señora de Guadalupe. María de Guadalupe se ha convertido en un punto referencial de los católicos, especialmente en el hemisferio occidental. Declarada ‘Patrona de México’ y ‘Emperatriz de las Américas’ su imagen es una de las más reconocidas y veneradas a nivel mundial.
Su imagen es la única representación de la Virgen María que no fue hecha por el hombre, sino que fue plasmada por Dios en la humildad de una tilma para convertirse en signo de esperanza y de cercanía entre Dios y Su Pueblo, especialmente en tiempos de conflicto y persecución.
Tal y como los pueblos prehispánicos pudieron reconocerla como portadora del Salvador, hoy la imagen le habla al corazón de más de 637 millones de católicos en las Américas. Con su piel mestiza y revestida del sol, María de Guadalupe es «Estrella de la Nueva Evangelización» precisamente porque nos enseña la forma práctica y eficaz de inculturar la Buena Nueva del Evangelio en el mundo contemporáneo. Ella nos invita a purificar todo lo bueno y verdadero que existe en la cultura de hoy, leyendo los «signos de los tiempos» y abarcando la misión evangelizadora de la Iglesia con renovada fe, esperanza, y caridad.
No puede ser coincidencia que el punto geográfico de su aparición en 1531sobre el Tepeyac marca exactamente la mitad del continente americano. Mas bien, a través del lente de la fe, interpretamos aquel acontecimiento histórico que cambio por siempre la faz espiritual de los pueblos americanos como una invitación a continuar construyendo el Reino de Dios, con corazones alegres y humildes, en un espíritu de hermandad y respeto.
Esta semana se pudo palpar el pluralismo cultural que enriqueció las celebraciones en torno a la Solemnidad de María de Guadalupe. Una vez más, la imagen de ‘La Morenita’ fue cargada en procesión, adornada con flores, iluminada por velas, y galardonada con las banderas de nuestros países, como testamento del profundo amor filiar del cual Ella goza entre la porción del pueblo de Dios que constituye nuestra iglesia local de Paterson.
En la búsqueda discipular por adherirnos siempre más a Cristo, la Virgen de Guadalupe nos exhorta a recurrir a ella en medio de nuestras incertidumbres y flaquezas, con la misma certeza de san Juan Diego, sabiéndonos amados y socorridos por ella en las vicisitudes y necesidades de nuestra frágil naturaleza.
¡Que viva la Virgen de Guadalupe!